John von Neumann


Publicado el 25 de enero de 2005 en Historias de la ciencia por omalaled

Jhon Von Neumann
La próxima vez que toques las teclas de tu ordenador, deberías pensar en John von Neumann, pues la forma en que están hechos la dijo él. En la escuela el profesor ya lo encasilló como genio, fue precisamente en la escuela dónde conoció a Eugene Wigner, íntimo amigo de Neumann el resto de su vida. Se dedicó a la física porque afirmaba:
Tras conocer a Neumann me dí cuenta de la diferencia que había entre un matemático de primera y yo.
Un profesor de la universidad de Zurich, Georg Pólya, dijo: Era el único estudiante a quien temía. Si hablábamos de un problema no resuelto, la probabilidad de que Neumann se presentara con la solución en un papel al final de la clase, era alta.


Ante todo, fue un lógico, que resolvía (según algún biógrafo) los problemas que se le planteaban de forma mortalmente fría y ordenada. En 1945, cuando se estaba seguro que las bombas nucleares iban a explotar, Johnny recibió el encargo de calcular la altura más conveniente para detonar la bomba. En este tipo de cálculos, se sentía a gusto.
Justo un año antes había publicado un volumen de más de 600 páginas sobre la “teoría de juegos”. En ella se aplicaba la matemática a la economía. Descubrió que en el llamado juego de suma cero (lo que gana uno lo pierde el otro), hay una estrategia óptima para ganar. Tuvieron que pasar muchas décadas hasta que los economistas descubrieron que von Neumann había hecho para ellos “uno de los más grandes y provechosos trabajos de este siglo”.

Señaló que las máquinas de calcular debían tener, por razones lógicas una parte central compuesta de unidad de control y parte aritmética, y un depósito de memoria. Mientras escribía esto, él pensaba en el cerebro humano, donde su diseño era análogo a las neuronas asociativas. Este fue el primer esbozo de lo que se conoce hoy como la arquitectura von Neumann de los ordenadores (nuestros ordenadores), y previó que se utilizarían para hacer ciencia.

Pero mientras este sector comenzaba a evolucionar, él ya se preguntaba si las máquinas podrían hacer suyas no sólo las estructuras lógicas del cerebro, sino las de la vida. ¿Puede existir una máquina que se reproduzca a sí misma? Ya se lo preguntaba en 1948 y en una teoría de ese año publicada póstumamente no sólo demostraba que era posible, sino que tendrían que constar de 4 componentes.

En aquel entonces no existía biología molecular digna de ese nombre, pero si aplicamos su teoría a la célula, encontramos que estos componentes serían el ADN (material genético), las proteínas (que duplican dicho material), los elementos constitutivos (que controlan el proceso de réplica) y la maquinaria molecular (biocatalizadores para el metabolismo de la célula).

John von Neumann nació rico. Su padre era banquero y él causaba la misma impresión. Siempre vestía de traje, incluso subido a la mula en la que desde el río Colorado se encamina hacia la altiplanicie del Gran Cañón en Arizona. Su esposa Mariette dijo de él que era “extremadamente aburrido”. Incluso en medio de alguna fiesta se retiraba a su habitación para anotar o variar un par de ecuaciones. Su segunda mujer, Klara, se las apañó mejor y afirmó que, después de vivir 20 años en la misma casa, Johnny no sabía dónde estaban los vasos.

En 1952 Eisenhower lo llamó para asignarle un papel destacado en la Atomic Energy Commission. Llegó a tener mucho poder. Siempre hacía política pensando en el punto óptimo estadístico, sin importarle que otras personas pudieran morir o ver su vida truncada en beneficio del bien común.

Sin embargo, su emocionante vida se detuvo súbitamente. Primero fueron unos dolores en el hombro, hasta que se propagaron por la columna vertebral. Pronto se encontró en una silla de ruedas con un cáncer de huesos.

Herbert York, uno de los participantes en numerosas sesiones del comité von Neumann, recordaba: Me acuerdo de varias sesiones en las que Johnny entraba en silla de ruedas empujado por un ayudante militar. (…) las sesiones discurrían como siempre, Johnny las dominaba intelectualmente sin dar la mínima impresión de buscar el enfrentamiento o querer desempeñar un papel destacado. Después, cuando tuvo que reconocer que su enfermedad ya no tenía remedio, su desesperación fue en aumento y entonces buscó consuelo en la Iglesia.
No podía aceptar un mundo sin una mente como la suya.

Fuentes: “Einstein y Cia.”, Ernst Peter Fisher “Von Neumann y Wiener”, Steve J. Heims

Comentarios

Entradas populares