TIEMPO DE ESTUDIANTES. ARTURO USLAR PIETRI.
EL NACIONAL. 29 ENERO 1989, A/4 PIZARRÓN
A
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rs longa, vita brevis
",
se decía desde la antigüedad. Podía parecer entonces exagerada esa admonición,
que nos recordaba inútilmente que es mucho lo que hay que aprender y que es
corta la vida para lograrlo enteramente. Hoy sabemos, o deberíamos saber, que
con la creciente expansión de los saberes y la multiplicación infinita de los
conocimientos, no existe posibilidad ninguna de que alguien logre siquiera una
visión aproximada del inmenso y creciente mapa del conocimiento acumulado por
el hombre, que cada día, cada hora, crece mas en mas direcciones.
Arturo Uslar Pietri |
Hoy
nos damos cuenta de que, con toda la utilidad innegable que ofrecen estas
iniciativas, el objetivo final no es alcanzable. No se trata ya, como se dijo
hace una cuarto de siglo, de que los científicos conocieran y apreciaran a
Shakespeare, a Cervantes, a la Sixtina o a la novena sinfonía, y de que los
humanistas percibieran en su inmenso significado lo que implica la segunda ley
de la Termodinámica, sino que habría que ir mucho mas lejos o resignarse,
finalmente, a una parcela de conocimiento valido, a una perspectiva de lo que
tendríamos que saber y a un horizonte
impreciso de la inmensidad de nuestra ignorancia. Tratar de saber lo que
sabemos, de vislumbrar lo que no sabemos y tener conciencia de la inmensidad de
lo que actualmente no podremos llegar a conocer.
Desde
este punto de vista habrá que revisar a fondo nuestros actuales y heredados
sistemas de educación, partiendo de una apreciación muy realista de lo que se
puede enseñar y de las maneras de tomar conciencia de lo que no se puede
enseñar, por falta de tiempo y de
medios, pero que tiene que estar en muchas formas presente en la
conciencia de nuestra situación. Lo que equivale en muchas formas a dar, junto
a las lecciones de conocimiento cierto, alguna forma de lecciones de
ignorancia.
Del
pasado nos viene la noción, bastante engañosa, de que hay unas determinadas
materias de estudio, las asignaturas de los "pensa" y un pautado
tiempo o época de estudio. Es la falsa idea sobre la que reposan los
certificados y los grados. Ningún grado, ningún certificado o titulo académico
puede significar otra cosa que el hecho muy relativo de que se ha cumplido un
convencional lapso de estudio, sobre una parte básica de una materia mas vasta que lo que el plan
de estudios abarca. Los grados y certificados no significan, en el mejor de los
casos, sino la comprobación de un mínimo de conocimientos, incompleto e
insuficiente.
A
la velocidad con que hoy crece el saber en todas las ramas, nadie puede
concluir el aprendizaje en ningún momento de su vida. Eso que hoy llaman la
educación continua, no es sino el reconocimiento de ese hecho. La
verdad
de lo que habría que entender y practicar es que, en la enseñanza formal, no se
aprende una ciencia sino otra cosa,
acaso mas importante, que es aprender a prender esa ciencia. Por eso mismo,
aprender a aprender debería ser el principal objeto de la educación formal.
Una
educación que, además, no podría limitarse al estrecho campo de unas cuantas
disciplinas del conocimiento, sino abarcar en muchas formas toda una
preparación para la vida del individuo. Una verdadera pedagogía tendría que
ocuparse de la persona en su totalidad, hábitos, modales, aprovechamiento de
sus capacidades físicas y mentales, prepararlo para la vida y la sociedad, no
olvidar la vieja enseñanza natural del animal para su cría y del salvaje para
su hijo, que era la enseñanza de vivir en el medio de la mejor manera, todo eso
que en una ocasión la UNESCO llamo
aprender a ser.
Es
ambicioso y vasto el programa, pero si al mismo tiempo comienza a ser un acto
de humildad y de reconocimiento de nuestras limitaciones, para partir de ellas,
sin perder conciencia de ellas. La
muy arraigada idea de que hay una cierta forma de sabiduría que se da en los
viejos, no es otra cosa que el reconocimiento de que no todo esta en los
libros, sino también en la vida y en la experiencia vital acumulada. En este
sentido es verdad la noción de que se aprende toda la vida. Se aprende
espontanea e inevitablemente con la
vida, pero no puede bastar esa forma azarienta, sino que debe formar parte de
una nueva concepción de una educación que empieza con el nacimiento y termina
con la tumba. Una verdadera educación tiene que abarcar la vida entera en todas sus edades, de una
manera sistemática y continua, para aprender diariamente todo lo que
necesitamos y podemos aprender y para tener conciencia presente del océano de ignorancia
en que flotamos.
El
concepto escolar de la educación, con su comienzo y su termino, nos viene de
muy especiales circunstancias de la edad media en Europa. De allí nacieron los
"magister" y los "doctores", con la falsa presunción que ya
habían aprendido todo lo que había que aprender. Los griegos no tenían
doctores. El aprendizaje socrático abarcaba toda la vida. Nadie se graduaba de
nada en la Academia Platónica ni en el Liceo Aristotélico. El agora era una
escuela abierta para todos toda la vida.
Tendríamos
que hacer algo para no seguir pensando en doctores, con la connotación medieval
del titulo, y aceptar que no hay sino estudiantes, gente que esta aprendiendo
todos los días en todas las formas posibles.
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