Maxwell y la suerte
Publicado el 24 de enero
de 2005 en Historias de la ciencia por omalaled
Esta idea fue lo que le llevó a la sospecha (hoy confirmada como realidad), que el ojo es únicamente sensible a tres colores y que todos los matices que podemos distinguir resultan de la mezcla de esos tres colores. También concluyó que era posible realizar una foto en color fotografiando una misma escena tres veces a través de tres filtros de color distintos y después combinándolas entre ellas.
James Clerk Maxwell |
Vale la pena contar
esta historia porque demuestra que a veces vale más la suerte que la
inteligencia.
El punto de partida
es la teoría de los tres colores que Maxwell había tomado, mejorándola, de Thomas
Young. Hacia 1810 Young demostró que los tres colores rojo, azul y verde bastaban
para poder mezclar todos los demás colores que el ojo humano es capaz de
percibir.
Maxwell demostró enseguida que no había por qué tomar precisamente
estos tres, sino que podían ser cualesquiera con tal que las diferencias fueran lo
suficientemente acentuadas.
Esta idea fue lo que le llevó a la sospecha (hoy confirmada como realidad), que el ojo es únicamente sensible a tres colores y que todos los matices que podemos distinguir resultan de la mezcla de esos tres colores. También concluyó que era posible realizar una foto en color fotografiando una misma escena tres veces a través de tres filtros de color distintos y después combinándolas entre ellas.
El experimento fue un éxito y en 1861 Maxwell mostró la primera fotografía en
color de la historia y fue de un kilt (una falda escocesa). El problema
es que las emulsiones fotográficas que utilizó no eran sensibles al rojo. ¿Cómo
pudo llegar el color rojo de dicha falda escocesa? Resultó ser que el filtro
rojo que usó permitía pasar los rayos ultravioletas, y el color rojo de la
falda escocesa era muy refractaria de estos rayos. A esto se le llama suerte.
Al finalizar la
conferencia, Maxwell y Faraday fueron juntos
a comer y, desde luego, si alguien me preguntara qué acontecimiento del pasado
me habría gustado vivir, mi contestación sería haber comido con esos dos
personajes y escuchar su conversación. Faraday, que comprendía todo sin
necesidad de las matemáticas y Maxwell que, a través de las matemáticas,
lograba que todo resultara comprensible. Ahí estaban, el que había adivinado la
existencia de los campos eléctricos y magnéticos y el perspicaz teórico que los
había unificado en uno solo.
Fuente: Ernst Peter
Fisher, “Einstein y Cia.”
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