Decálogo del escritor
Decálogo del escritor" por Augusto Monterroso*
"Entre mejor escribas más lectores tendrás; mientras les des obras cada vez más refinadas, un número cada vez
mayor apetecerá tus creaciones."
Primero. Cuando tengas algo que decir, dilo; cuando no, también. Escribe
siempre.
Segundo. No escribas nunca para tus
contemporáneos, ni mucho menos, como hacen tantos, para tus antepasados.
Hazlo para la posteridad, en la cual sin duda serás famoso, pues es bien sabido
que la posteridad siempre hace justicia.
Tercero. En ninguna circunstancia olvides el célebre dictum: "En literatura no hay nada escrito".
Cuarto. Lo que puedas decir con cien palabras
dilo con cien palabras; lo que con una, con una. No emplees nunca el término
medio; así, jamás escribas nada con cincuenta palabras.
Quinto. Aunque no lo parezca, escribir es un
arte; ser escritor es ser un artista, como el artista del trapecio, o el
luchador por antonomasia, que es el que lucha con el lenguaje; para esta lucha ejercítate
de día y de noche.
Sexto. Aprovecha todas las desventajas, como el insomnio, la prisión, o la
pobreza; el primero hizo a Baudelaire, la segunda a Pellico y la tercera a
todos tus amigos escritores; evita pues, dormir como Homero, la vida tranquila
de un Byron, o ganar tanto como Bloy.
Séptimo. No persigas el éxito. El éxito acabó con Cervantes, tan
buen novelista hasta el Quijote.
Aunque el éxito es siempre inevitable, procúrate un buen fracaso de vez en
cuando para que tus amigos se entristezcan.
Octavo. Fórmate un público inteligente, que
se consigue más entre los ricos y los poderosos. De esta manera no te faltarán
ni la comprensión ni el estímulo, que emana de estas dos únicas fuentes.
Noveno. Cree en ti, pero no tanto; duda de
ti, pero no tanto. Cuando sientas duda, cree; cuando creas, duda. En esto
estriba la única verdadera sabiduría que puede acompañar a un escritor.
Décimo. Trata de decir las cosas de manera
que el lector sienta siempre que en el fondo es tanto o más inteligente que tú.
De vez en cuando procura que efectivamente lo sea; pero para lograr eso tendrás
que ser más inteligente que él.
Undécimo. No olvides los sentimientos de los
lectores. Por lo general es lo mejor que tienen; no como tú, que careces de
ellos, pues de otro modo no intentarías meterte en este oficio.
Duodécimo. Otra vez el lector. Entre mejor
escribas más lectores tendrás; mientras les des obras cada vez más
refinadas, un número cada vez mayor apetecerá tus creaciones; si escribes cosas
para el montón nunca serás popular y nadie tratará de tocarte el saco en la
calle, ni te señalará con el dedo en el supermercado.
El autor da la opción al escritor, de descartar dos de estos enunciados, y quedarse con los restantes diez.
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