APRENDA A ESCUCHAR Y ACERTARA.
Jean Parvin Selecciones Diciembre 1995
Hace
unos años, en Boston, un distinguido profesor de una importante facultad de
administración de empresas entró en una sala de conferencias vestido con mucha formalidad y cargando con un proyector de transparencias. Luego de preparar el
aparato, subir al estrado y presentarse al presidente y a más de 30 altos
ejecutivos de la compañía a la que estaba por ofrecer sus servicios de
consultor, apagó las luces y tomó la palabra.
Mientras hablaba y pasaba las
diapositivas, parecía convencido de estar deslumbrando a la concurrencia con
sus sesudas reflexiones sobre la manera de complacer mejor a los clientes Pero
Kate Sweetman, la consultora que lo había invitado a colaborar con aquel
empresario, cliente de su despacho, estaba consternada. Con varias semanas de
anticipación le había dado instrucciones precisas sobre los gustos del
directivo: atuendo informal y nada de proyecciones ni luces apagadas.
Mientras
el profesor continuaba con su disertación, Kate vio que algunos de los
ejecutivos bostezaban. Junto a ella, el presidente, vestido de manera informal,
tenía una mirada feroz y tamborileaba con los dedos. Por fin se volvió hacia ella y mascullo en voz alta: Deshágase de este inepto y no
vuelva a traerlo. Kate se puso de mil colores. Le explique claramente al
profesor lo que queríamos. ¿ por qué no me escucho?
Por
no haber hecho caso de unas cuantas reglas, el experto dio la impresión de
ser engreído y un desconsiderado. Y ha
pagado muy caro su error, se dijo Kate.
Acaba de perder miles de dólares en honorarios por consultoría.
Saber
escuchar es esencial en las relaciones, sobre todo en el competitivo ambiente
empresarial de nuestros días. "Sin esta habilidad no se puede adquirir la
información necesaria para actuar", advierte Kate Sweetman, quien, en su calidad de socia
directiva del Centro para el Desarrollo de Ejecutivos, de Cambridge, Massachusetts, ha seguido asesorando a empleados de alto
rango de las empresas más importantes de Estados Unidos.
Los
profesionales prósperos saben que aguzar los oídos en las conversaciones de
trabajo puede revelarles problemas ocultos, tendencias imperantes y
oportunidades, así como ayudarlos a alcanzar soluciones creativas.
"También saben; que oír con atención ayuda a entablar relaciones
laborales sólidas", señala
Stephen Bank, director del programa Arte de escuchar, en Middletown,
Connecticut. "Y llevarse bien con los demás es el factor más determinante
del éxito.
Sin
embargo, la mayoría de la gente no sabe escuchar. Los estudios indican que
solo entendemos una pequeña parte de lo
que se nos dice, tan absortos estamos en nuestros pensamientos y emociones.
"Pasamos
años aprendiendo a hablar, leer y escribir", observa Stephen Covey,
presidente del Centro de Liderazgo Covey, de Provo, Utah, y autor de The Seven
Habíts of Highly Effective People ("Los siete hábitos de la gente
eficiente”) Pero rara vez nos instruimos en el arte de escuchar.
Por
fortuna, nunca es tarde para hacerlo. He
aquí cómo:
Domine
sus emociones. Los especialistas afirman que las emociones dificultan la atención. Distorsionan lo que oímos y nos
impiden concentrarnos en lo que se dice.
Phil
Johnson, entrenador de purasangres de carreras, comprendió lo perturbadoras que
pueden ser las emociones cuando daba a su jockey instrucciones de último
momento para una importante carrera en el hipódromo neoyorquino de Belmot Park:
le pidió que se quedara atrás al principio, y que no corriera a galope tendido
hasta llegar a la última curva. Pero mientras hablaba notó que el jinete no
apartaba los ojos de otro caballo, el cual había montado en una carrera
anterior. -Tengo que ganarle a ese
animal, dijo, interrumpiendo al entrenador. Cuando se abrieron las puertas del
arrancadero, Johnson advirtió, impotente, que sus palabras le habían entrado al
jinete por un oído y le habían salido por otro: comenzó la carrera disputándose
la primera posición con otros dos caballos (uno de los cuales era el que había
montado antes) y, como era de esperar termino entre los últimos lugares.
Tres semanas después, Johnson inscribió al caballo con un jockey diferente en otra carrera. Esta
vez el jinete siguió las indicaciones
del entrenador y ganó. Menos de dos minutos de atención le valieron una
magnífica recompensa.
Existe
otro impedimento emocional para la capacidad de escuchar: la preocupación por
lo que se va a contestar "Cuando uno deja de inquietarse por ello, se
vuelve mucho más receptivo", afirma Gerald Goodman profesor de psicología
de la Universidad de California en Los Ángeles.
"No es preciso responder de inmediato. Hacer una pausa antes de dar la
respuesta constituye una señal de respeto.
Respirar profundamente o contar en silencio
ayuda a relajarse. Para evitar que la mente divague, hay que mantenerse
pendiente de lo que está diciendo la otra persona.
"Pensamos más deprisa de lo que hablamos.
Concentrarnos en las palabras de nuestro interlocutor nos ayuda a ir por partes
y nos impide adelantarnos a lo que va a decir, señala Christopher Hegarty,
consultor empresarial de Novato, California. Además, conviene observar otras
características de la persona: a qué velocidad habla, cuál es su grado de
formalidad y si establece contacto visual. Si las diferencias de carácter son
muy marcadas, pueden causar tensión.
"Captar
y aceptar el modo de ser del interlocutor ayuda a concentrarse en lo que dice.
También sirve para establecer un lazo fuerte que favorecerá el
entendimiento", agrega Hegarty.
Tenga en cuenta a cualquier interlocutor. Una importante traba para la
comunicación consiste en encasillar a la persona con quien se habla como
superior igual o subordinado. Este proceder puede perjudicar nuestra vida
profesional; sobre todo si afecta nuestra opinión de las personas que ocupan
puestos de menor jerarquía.
Los
ejecutivos avezados alientan la comunicación por canales distintos de los
tradicionales: El presidente de la IBM; Lou Gerstner, que ha implantado - una
red de comunicación informal con los empleados llega a recibir 100 mensajes al día por correo electrónico Cierta vez, un programador de Rochester,
Minnesota, le envió una nota
describiéndole el engorroso procedimiento que había que seguir para obtener
programas de otra división de la compañía. "Es absurdo tener que cumplir
tantos trámites por un producto que pertenece a la misma empresa y que sólo
cuesta 16 dólares' concluía el indignado programador. Gerstner abordó el
problema en la siguiente asamblea del Comité Ejecutivo; y dos días después
envió una circular a todos los empleados por correo electrónico: "De hoy
en adelante tendremos por política compartir los productos de la
empresa con nuestros compañeros , de buen grado y sin costo alguno.
Jack
Eckerd, fundador de la cadena de 1700 farmacias que llevan su nombre, considera
de la máxima prioridad escuchar a sus empleados, desde que en una reunión celebrada hace varios
años, uno de ellos propuso dar gratis a los clientes una copia adicional de
cada fotografía que mandaran revelar "Aquella idea resulto decisiva para
el crecimiento de la cadena, recuerda Eckerd. "La oferta de dos fotos por
el precio de una se ha hecho común, pero haber sido los primeros nos
rindió grandes beneficios.
Escuche
en actitud inquisitiva. Hacer preguntas pertinentes es el secreto de la buena
conversación, afirma Larry King, conductor de un programa televisivo de
entrevistas. A mí la curiosidad me acompaña a todas partes, incluso a los
cócteles. Mi pregunta favorita es ¿por qué? Y la hago lo mismo si un hombre me
dice que se va a mudar con su familia a otra ciudad que si una mujer me cuenta
que va a cambiar de empleo.
Estas
dos palabras son quizá las que más uso en mi programa', añade. Las preguntas
directas son esenciales para hacer bien las cosas, sea cual sea nuestra
profesión.
Durante
la última entrevista con el principal candidato para una vacante en una
compañía industrial, Kevin Murphy, consultor y presidente del Instituto para el
Aprendizaje de la Atención de Boston, utilizó una pregunta directa, en tono
informal: ¿cuál ha sido la experiencia más feliz de su vida?
El candidato, de 28 años de edad respondió:
Haber trabajado durante un año en una
granja, en Vermont. Me encantó. No había gente, ni teléfonos, ni tensiones.
Murphy
le comentó al presidente de la compañía que, en su opinión los intereses y la
personalidad el candidato no se adecuaba a las exigencias del trato con
clientes. Aun así, el presidente lo contrató. A la vuelta de dos meses el joven
renuncio y se mudó a Vermont, donde inicio su propia empresa.
No
saque conclusiones prematuras. Muchos profesionales, acostumbrados a resolver
problemas, creen identificar las dificultades antes de que sus interlocutores terminen de
exponerlas. "Pero si se procede de este modo, se puede hacer que la otra
persona se sienta incompetente, dice Beth Gilbertsen, consultora de Cor Bridge
Learning, de Minneapolis. "Y así no se obtendrá la información necesaria
para encontrar la mejor solución posible".
Hace
varios años, una fábrica de aparatos de energía solar recibió quejas de los
clientes por el mal funcionamiento de ciertos colectores solares. Al efectuar
las reparaciones, los técnicos utilizaron un aplicador de pegamento industrial,
pero este resultó tan potente que dañó los colectores, y la compañía tuvo que
remplazarlos a un elevado costo.
Más
adelante, un técnico acudió al gerente de operaciones para decirle que era
posible utilizar aplicadores de pegamento sin deteriorar los colectores. Lejos
de descartar la idea el gerente lo dejó hablar Resultó que el técnico había
encontrado un aplicador pequeño y ligero que resolvía el problema. Funcionaba
tan bien, que la compañía lo incluyó en el estuche del producto, y se ahorró
miles de dólares en garantías.
Comprenda
las necesidades del otro. Si desea influir en una persona; primero debe
escucharla y entenderla", advierte Stephen Covey. "De lo contrario,
sus intentos fracasarán.
En
1991, una compañía petrolera estadounidense pidió a Ron Wallace, vicepresidente
de AGRA Earth & Environmental, de Canadá, que gestionara el alquiler de
unos lucrativos yacimientos de petróleo y gas en un apartado rincón de Siberia.
Wallace viajó a la zona y dedicó varios días a tomar el té con los lugareños y
oírlos hablar de sus familias y de sus costumbres. Entre tanto, sus clientes
perdieron la paciencia. "Está usted en un viaje de negocios, y no hace
otra cosa que conversar", se quejaron.
Pero
Wallace se ganó la simpatía de los
pastores. "Les sorprendió que me interesara por ellos", recuerda.
Finalmente, los jefes de la aldea convinieron en que era agradable trabajar con
él, y el trato se cerró.
La
gente de negocios más capaz presta atención a los "puntos sensibles":
necesidades insatisfechas que pueden aprovecharse para Llegar a un acuerdo
favorable. Al consultor californiano Jim Belasco le tocó asesorar a un cliente
para competir por un importante contrato de programas de computación. Los
costos ascendían a unos 11 millones de dólares, y el consultor pensaba que los
competidores más ávidos podrían hacer una oferta mínima de 14 millones con tal
de ganar. Sin embargo, sabía que su cliente no se conformaría con un margen de
utilidad tan exiguo.
"Escuché
al subastador y me di cuenta de que, su mayor preocupación no era el precio,
sino la precisión con que se manejaba el inventario y las dificultades de
verter 50 años de datos en el nuevo sistema de computadoras", relata
Belasco. "Obtuve provecho de esa información".
El
consultor averiguó cuáles eran las compañías más competentes en el manejo de
inventarios y la captura de datos, y les pidió presupuestos por un precio
alzado. Teniendo en cuenta los 4 millones de dólares que le costaría este
servicio, presentó una oferta de 32 millones. Aunque su postura resultó más de
dos veces mayor que la de su competidor más barato; ganó el contrato para su
cliente.
Después
de obtener el grado de maestría en literatura inglesa e· historia del arte,
Patti Digh pasó semanas tratando en vano de conseguir empleo; o la consideraban
demasiado calificada" debido a sus estudios, o le faltaba experiencia.
Finalmente concertó una entrevista para el puesto de recepcionista en una
pequeña asociación internacional de educación con sede en Washington D.C. cuando la entrevistadora le
expuso los planes de la organización menciono cierto proyecto de dar nuevo
impulso a un programa de estudios de Posgrado para educadores de países en
desarrollo. Más avanzada la entrevista, Patti, que había vivido en Sri Lanka en
su adolescencia y había estudiado chino, ruso y cingalés, preguntó: ¿Cuándo
piensan reanudar el programa de estudios de Posgrado? -Pasarán varios años
-repuso la entrevistadora. Por el momento no tenemos dinero para pagarle a un organizador. Si me da la oportunidad - repuso Patti-, yo
me ocuparé de ello además de mis obligaciones como recepcionista... sin cargo
adicional.
Contratada
ese mismo día, Patti dedicó largas jornadas de trabajo a atender el teléfono y
organizar los cursos. Al cabo de un año, obtuvo un importante ascenso y un
substancioso aumento salarial.
Patti tuvo suerte: aprendió al principio de su vida profesional que quienes saben
escuchar tienen más probabilidades de éxito.
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