Niños prodigio
Muchos, aunque no todos, de los grandes genios de la ciencia o cualquier otra especialidad, tienen algún recuerdo de su precoz genialidad. Isidor Isaac Rabi decía que “con la física nunca pierdes el contacto con la realidad que tienes delante de ti. Requiere abstracción, una filosofía innata y una curiosidad como la de los niños que no paran de preguntar el porqué de todo”. También decía que esa curiosidad la tienen los jóvenes, pero a medida que se crece, va desapareciendo y las curiosidades cambian a ser el ganarse la vida, sexo, dinero, poder, etc. Afirmaba que los físicos nunca pierden su curiosidad. Yo cambiaría las palabras “física” por “ciencia” y “físicos” por “científicos”.
Pero hablando de niños, muchos de los grandes científicos tienen algún que otro recuerdo de pequeño genio salvo, claro está, la modestia con la que Einstein nos tiene acostumbrado. Einstein afirmaba que se había retrasado en el crecimiento y por ello las preguntas que se hacía eran las de un niño. No obstante, inventó por sí mismo una demostración del teorema de Pitágoras a los 12 años. Nada mal para estar retrasado en el crecimiento.
Thomas Young (el del experimento de la doble rendija), leía a la edad de dos años. A los catorce conocía el latín, hebreo, samaritano, caldeo, árabe, sirio, francés, italiano, persa, turco y etíope.
Blaise Pascal (1623-1662) fue físico y matemático francés nacido en Clermont-Ferrand y fallecido en París. Según se cuenta fue capaz, de muy joven, de descubrir por sí solo los treinta y dos teoremas de Euclides y además en el orden correcto. Con sólo 16 años publicó un artículo “Essay pour les coniques” que trataba de la geometría de las secciones cónicas, dando un primer avance a lo que estaba sin tocar desde hacía diecinueve siglos, donde lo había dejado Apolonio.
Freeman Dyson dijo que la primera experiencia que recuerda con las matemáticas es que cuando todavía se le ponía a dormir la siesta por las tardes. No estaba exactamente seguro de su edad pero tenía menos de diez años. Comenzó a sumar números como 1 + 1/2 + 1/4 + 1/8 +… y se dio cuenta de que esta serie sumaba 2. En otras palabras, había descubierto por sí mismo la noción de serie infinita.
Hans Bethe estaba interesado en los números desde muy corta edad. Nos lo cuenta con sus propias palabras:
Cuando tenía cinco años, le dije a mi padre un día: “¿No es extraño que si un cero se pone al final de un número signifique mucho pero si está al principio, no signifique nada?”. Un día cuando tenia aproximadamente cuatro años, tío Ewald, un profesor de Fisiología, que era el jefe de mi padre, me preguntó en la calle “¿Cuánto es 0,5 dividido por 2?”. Y yo le respondí “Tío Ewald, no lo sé”. Pero la siguiente vez que lo vi corrí hacia él y le dije “Querido Ewald, es 0,25″. Ya conocía entonces los decimales. Cuando tenía siete años, aprendí las potencias y rellené un cuaderno entero con las potencias de dos y tres.
Stanislaw Ulam, el matemático que inventó el famoso “Método Montecarlo” para hacer cálculos numéricos aproximados cuando tenía diez años comenzó a tomar clases sobre la teoría de la Relatividad. En un libro suyo escribe: “Realmente no entendía los detalles, pero tenía una buena idea del significado básico de la teoría, al igual que cuando se aprende un lenguaje en la infancia se desarrolla la habilidad de hablar sin saber nada de gramática”.
Pero hay casos excepcionales. Johann Karl Friedrich Gauss fue uno de los más grandes matemáticos de la historia. Antes de cumplir 3 años se encontraba con su padre que estaba preparando la nómina de los obreros que de él dependían. Gauss, que seguía con gran atención los cálculos del padre, le dijo al terminar: “Padre has hecho mal la cuenta, el resultado debe ser … “. El padre al repasar los cálculos comprobó que el hijo tenía razón. Por si fuera poco, nadie le había enseñado a leer.
Un día en la escuela cuando tenía 10 años el maestro propuso como ejercicio sumar 100 números consecutivos. Hay un método sencillo para hacerlo que el maestro conocía pero sus alumnos no. Era costumbre que el primero en acabar el ejercicio debía dejar su pizarra sobre la mesa del maestro, el siguiente alumno encima de la del primero y así sucesivamente. Nada más terminar el maestro el enunciado del ejercicio Gauss puso su pizarra sobre la mesa del maestro. Cuando al cabo de una hora acabaron sus compañeros, el maestro comprobó sorprendido como el resultado que aparecía en la pizarra de Gauss era el correcto. El maestro quedó tan impresionado que de su propio bolsillo compró un libro de aritmética y se lo regaló a Gauss quien rápidamente lo devoró.
John von Neumann hacía mentalmente divisiones de números de 8 cifras con 6 años. Dos años más tarde ya sabía cálculo. Bromeaba en griego clásico con su padre. Un día que vio a su madre que tenía la vista perdida mientras estaba cosiendo, el pequeño Johny le preguntó: “Madre, ¿en qué cálculo estás pensando?”.
Fuentes:
http://www.ciencianet.com
http://www.alu.ua.es/s/sdf2/un%20prodigio.htm
http://almez.pntic.mec.es/~agos0000/Pascal.html
“Quarks, chiflados y el Cosmos”, Jeremy Bernstein
“Está Ud. de broma, Sr. Feynman”, Richard. P Feynman
“¿Quién ocupó el despacho de Einstein?”, Ed Regis
Pero hablando de niños, muchos de los grandes científicos tienen algún que otro recuerdo de pequeño genio salvo, claro está, la modestia con la que Einstein nos tiene acostumbrado. Einstein afirmaba que se había retrasado en el crecimiento y por ello las preguntas que se hacía eran las de un niño. No obstante, inventó por sí mismo una demostración del teorema de Pitágoras a los 12 años. Nada mal para estar retrasado en el crecimiento.
Thomas Young (el del experimento de la doble rendija), leía a la edad de dos años. A los catorce conocía el latín, hebreo, samaritano, caldeo, árabe, sirio, francés, italiano, persa, turco y etíope.
Blaise Pascal (1623-1662) fue físico y matemático francés nacido en Clermont-Ferrand y fallecido en París. Según se cuenta fue capaz, de muy joven, de descubrir por sí solo los treinta y dos teoremas de Euclides y además en el orden correcto. Con sólo 16 años publicó un artículo “Essay pour les coniques” que trataba de la geometría de las secciones cónicas, dando un primer avance a lo que estaba sin tocar desde hacía diecinueve siglos, donde lo había dejado Apolonio.
Freeman Dyson dijo que la primera experiencia que recuerda con las matemáticas es que cuando todavía se le ponía a dormir la siesta por las tardes. No estaba exactamente seguro de su edad pero tenía menos de diez años. Comenzó a sumar números como 1 + 1/2 + 1/4 + 1/8 +… y se dio cuenta de que esta serie sumaba 2. En otras palabras, había descubierto por sí mismo la noción de serie infinita.
Hans Bethe estaba interesado en los números desde muy corta edad. Nos lo cuenta con sus propias palabras:
Cuando tenía cinco años, le dije a mi padre un día: “¿No es extraño que si un cero se pone al final de un número signifique mucho pero si está al principio, no signifique nada?”. Un día cuando tenia aproximadamente cuatro años, tío Ewald, un profesor de Fisiología, que era el jefe de mi padre, me preguntó en la calle “¿Cuánto es 0,5 dividido por 2?”. Y yo le respondí “Tío Ewald, no lo sé”. Pero la siguiente vez que lo vi corrí hacia él y le dije “Querido Ewald, es 0,25″. Ya conocía entonces los decimales. Cuando tenía siete años, aprendí las potencias y rellené un cuaderno entero con las potencias de dos y tres.
Stanislaw Ulam, el matemático que inventó el famoso “Método Montecarlo” para hacer cálculos numéricos aproximados cuando tenía diez años comenzó a tomar clases sobre la teoría de la Relatividad. En un libro suyo escribe: “Realmente no entendía los detalles, pero tenía una buena idea del significado básico de la teoría, al igual que cuando se aprende un lenguaje en la infancia se desarrolla la habilidad de hablar sin saber nada de gramática”.
Pero hay casos excepcionales. Johann Karl Friedrich Gauss fue uno de los más grandes matemáticos de la historia. Antes de cumplir 3 años se encontraba con su padre que estaba preparando la nómina de los obreros que de él dependían. Gauss, que seguía con gran atención los cálculos del padre, le dijo al terminar: “Padre has hecho mal la cuenta, el resultado debe ser … “. El padre al repasar los cálculos comprobó que el hijo tenía razón. Por si fuera poco, nadie le había enseñado a leer.
Un día en la escuela cuando tenía 10 años el maestro propuso como ejercicio sumar 100 números consecutivos. Hay un método sencillo para hacerlo que el maestro conocía pero sus alumnos no. Era costumbre que el primero en acabar el ejercicio debía dejar su pizarra sobre la mesa del maestro, el siguiente alumno encima de la del primero y así sucesivamente. Nada más terminar el maestro el enunciado del ejercicio Gauss puso su pizarra sobre la mesa del maestro. Cuando al cabo de una hora acabaron sus compañeros, el maestro comprobó sorprendido como el resultado que aparecía en la pizarra de Gauss era el correcto. El maestro quedó tan impresionado que de su propio bolsillo compró un libro de aritmética y se lo regaló a Gauss quien rápidamente lo devoró.
John von Neumann hacía mentalmente divisiones de números de 8 cifras con 6 años. Dos años más tarde ya sabía cálculo. Bromeaba en griego clásico con su padre. Un día que vio a su madre que tenía la vista perdida mientras estaba cosiendo, el pequeño Johny le preguntó: “Madre, ¿en qué cálculo estás pensando?”.
Fuentes:
http://www.ciencianet.com
http://www.alu.ua.es/s/sdf2/un%20prodigio.htm
http://almez.pntic.mec.es/~agos0000/Pascal.html
“Quarks, chiflados y el Cosmos”, Jeremy Bernstein
“Está Ud. de broma, Sr. Feynman”, Richard. P Feynman
“¿Quién ocupó el despacho de Einstein?”, Ed Regis
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